Para muchas personas, la Navidad y sus tradiciones luces, regalos, reuniones, adornos representan magia, nostalgia y unión. Pero para otras, esos mismos símbolos pueden activar recuerdos dolorosos, estrés o ansiedad. En este contexto, elegir no armar el arbolito de Navidad deja de ser un simple “pereza navideña”: se convierte en una decisión consciente de proteger el bienestar emocional.

Alejarse de la decoración no implica indiferencia hacia las fiestas ni falta de espíritu navideño, sino una forma distinta de vivirlas con menos presión, expectativas o exigencias sociales.

Cuando la alegría esperada despierta tristeza o recuerdos

Especialistas coinciden en que en épocas de fin de año pueden agitarse sentimientos de culpa, nostalgia, pérdidas o duelo. Así lo explica Rolando Sali

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