El comunismo , el nazismo y el fascismo se sostienen en un mismo pilar: la mentira institucionalizada. Cada uno prometió redención —igualdad universal, supremacía racial o unidad nacional—, pero en realidad impusieron dictaduras que sofocaron libertades y sometieron a los pueblos al control absoluto del Estado.

El estatismo fue su herramienta común: un aparato que se erige como salvador mientras destruye la iniciativa individual y convierte a la sociedad en rehén de su propaganda.

Ese patrón no es cosa del pasado. Hoy vemos cómo se manipula la verdad para sembrar miedo y dependencia. Se difunden falsedades o se sueltan mentiras insostenibles.

La izquierda siempre ha usado la mentira como arma política: se exagera, se tergiversa y se repite hasta que la ciudadanía duda de lo que es rea

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