Robinson Gutierrez es un tipo común, pero para el afuera es especial. Es el “distinto” que todos deberían conocer. Trabajaba en el petróleo, tenía proyectos y practicaba todos los deportes que tenía al alcance. El snowboard era su pasión, entre muchas otras cosas. Hasta que un día de diciembre de 2018 la vida lo puso a prueba de la peor manera.
El 16 de ese mes ya estaba construyendose un monoambiente en el primer piso de la casa de los viejos. Bajó una escalera en ojotas y en el trayecto sin barandas aún, cayó y golpeó su cabeza y su hombro sobre el suelo.
Fue derivado a la clínica Pasteur de la ciudad de Neuquén, donde permaneció internado durante tres meses y sometido a tres cirugías. La primera fue un buen augurio. La segunda no: solo podía mover la cabeza, el resto de su cuer

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