La Navidad , y más concretamente sus fiestas, suele ser días de excesos a toda costa. Se come, se bebe a dolor y, aunque no se tenga, se gasta todo y un poquito más. Son días de comilonas, buenos sentimientos... Pero también hay otros muchos que, además, corren. Eligen las últimas horas del año y, por espacio de unos buenos minutos, cambian festejos, reuniones, comidas, mesas de fiesta y sartenes por las zapatillas y el pantalón corto. Y van a ser más que nunca. Más de 20.000 personas, pendientes de que les bendigan con una benévolas previsiones meteorológicas, correrán alguna de las numerosas San Silvestres que inundarán las calles del Principado durante, mayoritariamente, el último día del año.
Porque han bastado un puñado de años para que las San Silvestres hayan pasado de ser carr

El Comercio

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