El culebrón de Revuelta tiene con el alma en vilo a más de un destacado dirigente de Vox. Y es que, como aseguran algunos, mal acaba lo que mal empieza. Nunca se comprendió el interés por desactivar las juventudes de Vox –que en su momento iban como un tiro– para traspasar parte de esa militancia a una entidad «independiente» pero cercana. Tampoco que para activarla se recurriese a una asociación de personas mayores (ASOMA, acrónimo de Asociación Social de Mayores). Pero todo el mundo miró a otro lado porque se ventilaban relaciones personales e incluso familiares que parecían indestructibles, con un grupo de jóvenes «pata negra» a sueldo de Vox como asesores que han terminado a palos y, en algunos casos, cobijándose bajo la sombra de los mayores del partido.

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