No tiene con quién compartir penas ni alegrías, se ha quedado sin interlocutor a los que hacer confidencias, ni recibirlas; las preocupaciones solo puede analizarlas consigo mismo, y es muy probable que cada vez que se entrevista con alguien que forma parte de su vida desde hace décadas, se pregunte si no guardará en algún bolsillo un móvil o un artilugio más sofisticado con el que está grabando la conversación.

Sus mejores amigos de la política, que además eran consejeros, asesores y depositarios de sus sentimientos más íntimos, han desaparecido. A unos los echó cuando empezaron a surgir discrepancias; a la mayor parte de los que mandan no les gusta que les digan verdades como puños cuando esas verdades no son positivas ni tranquilizadoras. Iván aspiraba a más de lo que le quería concede

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