Colombia necesita volver a creer en sus instituciones, recuperar la confianza en la justicia y defender la meritocracia como un principio esencial para reconstruir el país. Cuando el Estado se deja llevar por la improvisación, cuando el debate público se contamina de arrebatos y decisiones sin sustento técnico, no es el Gobierno el que sufre las consecuencias, es la gente. Esa ciudadanía que hoy siente que el rumbo del país se extravió entre anuncios vacíos, reformas mal planteadas y una conducción política que parece más interesada en polarizar que en gobernar.

He visto con preocupación cómo en los últimos años la discusión pública se volvió un campo de batalla donde cada tema se aborda desde la emoción y no desde el análisis serio. Lo he vivido desde la justicia, que es quizá el termóme

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