En Colombia vivimos con una frase de cajón cada vez que la tierra se mueve: “tembló duro, pero menos mal fue pasito”. Lo decimos casi resignados, casi en automático, como si la normalidad fuera sentir el piso vibrar, ver la lámpara balancearse o leer en el celular la alerta de un nuevo sismo. Pero detrás de esa costumbre está una verdad incómoda: Colombia es un país sísmico por naturaleza… y seguimos actuando como si no lo fuera.
Pocas personas saben que el terremoto más fuerte registrado en la historia de nuestra región ocurrió el 31 de enero de 1906, frente a la costa del Pacífico, en la zona Ecuador–Colombia. Un sismo colosal, con una magnitud cercana a 8,8, capaz de generar un tsunami y ser sentido a miles de kilómetros. No fue una sacudida cualquiera: fue un recordatorio brutal de dó

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