Durante el último año, Colombia ha experimentado una preocupante reducción en la disponibilidad de agua potable en varias regiones del país. Las prolongadas sequías, el impacto del cambio climático y la insuficiente capacidad de algunas infraestructuras de abastecimiento han puesto en evidencia la vulnerabilidad hídrica de diversas ciudades, especialmente en los periodos de mayor aumento de temperatura.
La capital, Bogotá, se consolidó como la ciudad más afectada. A mediados de este año enfrentó una de sus crisis de abastecimiento más fuertes en décadas, debido al descenso crítico en los niveles del sistema Chingaza, principal fuente de agua para millones de habitantes. Esta situación obligó a implementar planes de racionamiento por sectores, con cortes del servicio que alteraron la rutin

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