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Por ALMUDENA CALATRAVA

BUENOS AIRES (AP) — Antje Rickel apoya su frente sobre la sien de su acompañante, que la abraza con suavidad mientras ambos se deslizan por la pista al ritmo de un tango. La francesa, de edad madura, le lleva media cabeza al joven bailarín, pero la diferencia de edad y altura resultan irrelevantes para la pareja, que se siente en perfecta comunión.

Ataviada con una blusa roja semitransparente y el pelo coquetamente recogido, Rickel, de 69 años, disfrutó días atrás de una sesión de dos horas continuas de danza con bailarines de gran nivel contratados especialmente para la ocasión en la milonga Che Che Tango Premium.

Es un programa que disfruta desde hace más de un año. Con su oferta de virtuosos bailarines o “Taxi Dance

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