Joan Manuel Serrat sabía perfectamente que había llegado el momento de su despedida de los escenarios. No porque se hubiera cansado de la música, eso sería imposible, nunca sucederá, ya que él seguirá componiendo hasta el fin de sus días, sino porque había llegado el momento de cambiar la velocidad y priorizar otras cosas, como la familia y el bienestar. Dejar los escenarios no significaba jubilarse de la vida, sino empezar a vivirla con otra cadencia: más lenta, más íntima, más suya. Y en ese nuevo compás, Menorca se ha convertido en un lugar de descanso.
Hace décadas que Serrat encontró en la isla balear un rincón donde esconderse del ruido del mundo. Un lugar que visitó primero como quien busca descanso tras una gira interminable y que acabó convirtiéndose casi en algo así como s

El Nacional.cat

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