Poco importaba si uno lo había visto en Murcia, Barcelona, Madrid o Bilbao o en todos esos sitios uno detrás de otro como si formasen parte de su equipo. Poco importaba que las canciones no variasen y que el que se subiera al escenario fuese el mismo una y otra vez. Poco importaba porque el que se subía al escenario en cuestión era Juanjo Bona y a Juanjo Bona a seguidores fieles no le gana nadie. Las casi 2000 personas que abarrotaban la imponente Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza sacaban pecho de ello. La mayoría repetían y otros se estrenaban viéndolo en la tierra a sabiendas de que sería especial. Y vaya si lo ha sido.
Le ha bastado al magallonero con poner un pie en el escenario (pasadas las 21.00 pero no lo suficientemente tarde como para impacientar al público) para qu

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