A veces se cae en el error de no querer repetir conceptos ya vertidos en nombre de la originalidad y la atención de los lectores. Esa práctica es peor que lo que se quiere evitar. Los defensores del absurdo suelen repetir incansablemente sus consignas y hacer mofa de quienes se oponen. Si esas prédicas no se rebaten adecuadamente una y otra vez, aun a riesgo de ser repetitivos, se vuelven cuasi verdades en la mente siempre desprevenida y simplificadora de toda sociedad.

Eso vale no sólo para las teorías de izquierda, como se puede pensar, sino para cualquier tendencia, partido, país, disciplina, reclamo, reivindicación o situación. La repetición de consignas ha probado ser el más eficaz instrumento de las dictaduras o autoritarismos, y muchas veces las sociedades altamente democráticas c

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