La reciente estafa que dejó a un ciudadano sanjuanino sin más de 80 millones de pesos no es un hecho aislado. Es la confirmación dolorosa de que los delincuentes digitales están varios pasos por delante de una sociedad que aún no logra dimensionar el riesgo real que esconden ciertas inversiones virtuales. El hombre, de 63 años, creyó estar ingresando a una plataforma internacional respaldada por asesoría profesional. Lo que encontró, en cambio, fue una maquinaria de engaño cuidadosamente aceitada que juega con la esperanza y la vulnerabilidad de quienes buscan mejorar su economía.

El caso tiene todos los condimentos de las estafas financieras modernas. Promesas de rentabilidad extraordinaria, interlocutores que aparentan profesionalismo, interfaces digitales que simulan legitimidad y un m

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