POCAS disciplinas han gozado de tanto prestigio en las últimas décadas como la neuropsicología. Todo aquello que lleva el prefijo «neuro» parece tener garantizado un lugar en universidades, congresos y listas de libros más vendidos. No es casual: el cerebro se ha convertido en el nuevo oráculo de nuestro tiempo. Comprender sus mecanismos promete desentrañar lo educativo, lo social y, cómo no, lo político.

En este contexto se inscribe el ensayo de Leor Zmigrod El cerebro ideológico, quien desde la neurociencia aborda una cuestión de plena actualidad: ¿por qué nos radicalizamos? Su tesis es clara: un cerebro estresado es más proclive a abrazar ideologías extremas. Recuerdo, al hilo de esto, aquellos episodios donde aumentar la tensión en la calle era la consigna: el «apretad, apretad» de Qu

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