La máxima de que a menudo no importa tanto lo que nos digan los clásicos, sino lo que nosotros digamos de ellos, alcanza su plenitud en Jane Austen . En no pocas librerías y bibliotecas públicas seguimos encontrando su obra en las estanterías reservadas a la novela romántica, y podemos poner sobre la mesa argumentos decisivos a favor de esta decisión. Al mismo tiempo, otro criterio no menos respetable nos llevaría a ubicar sus títulos junto a los de Shakespeare , Chaucer y Sterne con la mayor fiabilidad. Que un clásico indiscutible preserve a su vez una adscripción tan elevada a la literatura popular, reforzada en las últimas décadas gracias a las adaptaciones cinematográficas de las novelas de Austen, entraña una paradoja irresoluble para muchos, pero lo cierto es que la autora de

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