La pantalla está en negro. El rostro de Guillermo Arriaga tarda unos minutos en aparecer en ella. Cuando por fin se enciende, el escritor y guionista mexicano está en una pose inusual: en el piso de su habitación, con una niña pequeña en brazos. Desde luego, es una imagen muy distante de la rudeza de sus libros y películas como Amores perros. “Por esto me atrasé”, dice a través de Zoom. “Fue una emergencia”, cuenta, con un gesto de alegre complicación por encontrarse al cuidado de su nieta Rafaela, de un año y medio.
La tierna imagen del abuelo y su nieta pronto se matiza cuando mueve el teléfono y la cámara deja ver los trofeos que cuelgan de las paredes: Guillermo Arriaga es un cazador y suele irse a los cerros armado como un apache. De hecho, la idea de su nueva novela, El hombre, naci

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