La rumba caleña tiene historias épicas con sus héroes, reyes y dioses, aún por contar —y cantar—. Las encendidas batallas de orquestas en el estadio o los parques, como el día que —de una tarima a otra— se enfrentaron con todo su poder de ritmo y sabrosura, bien pueden ser materia de una epopeya salsera.
Así como los asombrosos duelos de bailadores en las discotecas y casetas de los años 70, también son dignos de una oda rumbera, que guarde para siempre el nombre de los héroes: hombres y mujeres de los barrios caleños que lo dejaron todo en la pista de baile, dando origen a una tradición cultural que hoy enorgullece a toda la ciudad y es nuestra carta de presentación ante el mundo.
“Soy un bailador, alguien que aprendió en las casetas comunales, las aguaelulos y las discotecas, en la c

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