Un día amabas lo dulce y, de repente, preferís lo salado. O te sorprende que antes odiabas el brócoli y ahora te encanta. Los cambios en los gustos de la comida después de los 30 no son casuales ni caprichosos: son un fenómeno biológico, sensorial y hormonal del que pocos hablan con claridad. El cuerpo atraviesa un punto de inflexión donde las hormonas, el metabolismo y hasta la forma en que funcionan las papilas gustativas se reconfiguran silenciosamente.
Ese “nuevo paladar” no aparece de un día para otro: es el resultado de ajustes internos que modifican la sensibilidad al sabor, la manera en que el cerebro interpreta la comida y las necesidades energéticas que el organismo empieza a priorizar al entrar en la adultez plena. Y aunque muchos creen que se trata de hábitos o modas per

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