Por Albeiro Arciniegas
El artista plástico Alejandro Brito nació en Caracas en 1984 y transitó un camino poco convencional en la consolidación de su carrera. “Yo pintaba desde niño”, dice quien pasó por la academia militar de su país –allí le llamarían el cadete pintor–, pero fue apenas un breve desvío de su verdadera vocación, pues su destino estaba marcado por el manejo del color y no por la adusta seriedad de los uniformes.
En Brito su relación con el arte no es el resultado de una decisión racional, sino de un llamado visceral y muy profundo. Siempre se sintió fascinado por la realidad y la posibilidad de llevarla al lienzo con una exactitud casi obsesiva. “Quise plasmar lo que veía. Me presionaba mucho por replicar los colores, las texturas, la belleza de la realidad tal como es”.