La gran Rosa Chacel con la lucidez incómoda que siempre la acompañó, escribió alguna vez que sentía un “asco atroz por tanta preciosidad”. No hablaba solo de la estética superficial, sino de esa obsesión por pulir la apariencia hasta despojarla de toda sustancia. Creo que su rechazo era un acto de rebeldía: la belleza entendida como adorno vacío le resultaba insoportable. Hoy, tantas décadas después, sus palabras resuenan con una fuerza todavía mayor. Vivimos en una época que nos está condenando a una saturación de rostros hermosos. Sí y también intercambiables... Creo (opción subjetiva) que al final las perfecciones fabricadas se devoran unas a otras.
Jamás (me parece curioso) es que nunca, como ahora, se habló tanto de libertad, diversidad, autenticidad, y sin embargo basta con echa