Les deseo la mejor de las travesías a los navegantes de la Global Sumud Flotilla. Millones de corazones en todo el planeta viajamos con estos valientes. Todos sabemos que en Gaza no les esperan con leche y miel, sino el mismísimo Kurtz y sus cabezas humanas empaladas en estacas

Este último domingo de agosto de 2025, tiene previsto zarpar desde Barcelona la Global Sumud Flotilla, un nuevo esfuerzo de gente de diversos países para denunciar el genocidio de Gaza. Es todo un viaje hacia el corazón de las tinieblas, como el de Marlow por el río Congo en la novela de Joseph Conrad. A la flotilla le espera en Gaza el horror absoluto: el cerco, el bombardeo y la hambruna padecidos por 2 millones de palestinos. Y también le esperan los helicópteros, drones, aviones y buques de guerra del Ejército más poderoso de Oriente Próximo y el más desalmado de los que se consideran a sí mismos civilizados.

He defendido durante décadas el derecho a la existencia de Israel ante amigos palestinos, libaneses, egipcios o magrebíes. También lo he puesto por escrito en crónicas, reportajes y libros. Pero siempre he situado este derecho en las fronteras anteriores a la guerra de 1967, reclamando así el derecho de los palestinos a construir su propio Estado en Cisjordania, Gaza y Jerusalén oriental. Esta visión, ratificada en la Casa Blanca, en 1993, por Isaac Rabin y Yasir Arafat, constituye el principal pilar de la legalidad internacional sobre Tierra Santa.

Sin embargo, lo que estamos viviendo ahora es la ejecución del programa máximo del sionismo: un Gran Israel desde Egipto hasta Jordania, con el exterminio o la expulsión de los palestinos. Para encontrar una atrocidad semejante hay que remontarse al genocidio armenio, las matanzas de tutsis en Ruanda o las limpiezas étnicas de Milosevic en los Balcanes. O, ya puestos, al mismísimo Holocausto. La tragedia de Gaza empezó siendo comparable al gueto judío de Varsovia y ha ido evolucionado hacia Auschwitz. Allí donde los nazis decían a sus víctimas que había duchas, los israelíes dicen a los gazatíes que hay reparto de comida. Es más lento y menos masivo, pero igualmente aterrador.

“Me pregunto si Israel sigue mereciendo su existencia”, declaró a comienzos de agosto Avraham Burg, un expresidente del parlamento israelí asqueado por la deriva de su país hacia la ignominia moral y política. Me hago la misma pregunta. Israel, que comenzó esta matanza en Gaza como una venganza salvaje por los atentados terroristas de Hamás de octubre de 2023, ha ido conduciéndola hacia la indisimulada puesta en práctica de la Solución Final a la tragedia palestina.

Aún quedan cuñaos que intentan eximir a Israel de sus crímenes con la idea de que es la única democracia en Oriente Próximo, un argumento tan endeble como justificar las tropelías nazis recordando que Hitler ganó las elecciones alemanas de 1933. Ganar unas elecciones no concede un cheque en blanco para saltarse no ya solo la legalidad internacional, sino los fundamentos mismos de la existencia humana. Solo un psicópata puede ver en un niño a un terrorista potencial.

¿Estamos seguros de que Israel es una democracia? Los ciudadanos israelíes pueden votar en sus elecciones, efectivamente, pero a la par niegan el voto y todos los demás derechos civiles a los más de 6 millones de palestinos de Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental cuyas vidas gobiernan desde hace casi 60 años. ¿No es esto apartheid? En el caso de Suráfrica, así lo consideró la comunidad internacional, por lo que terminó aplicándole a ese país las duras sanciones diplomáticas, económicas y deportivas que Israel se ha ganado a pulso.

Pero quiero ir más allá. ¿Podemos calificar de democracia a un régimen que bombardea a placer a sus administrados árabes y a los países vecinos que no le ríen las gracias? Un régimen que mata de hambre a los civiles que sobreviven a sus bombardeos en Gaza y practica el tiro al blanco con los que hacen colas para recibir raciones de supervivencia. Un régimen que se pasa por el forro las resoluciones de Naciones Unidas, prohíbe a la prensa internacional informar desde el lugar de los hechos y ha asesinado en Gaza a más de 200 periodistas palestinos, los últimos, los que acudían a informar del bombardeo de un hospital.

A nadie se le ocurre llamar democracia a la Rusia de Putin, castigada por la Unión Europea con severas sanciones y con un inquietante estruendo de sables tras su invasión de Ucrania. No, amigos, democracia no es solo la elección de los gobernantes a través de elecciones más o menos limpias. La democracia implica también respeto a los derechos humanos y las reglas de juego internacionales. Con su obscena y persistente violación de esos derechos y esas reglas, Israel ha quebrantado el fundamento moral de su nacimiento y se ha situado fuera de la comunidad de naciones que pueden decirse democráticas.

Les deseo la mejor de las travesías a los navegantes de la Global Sumud Flotilla. Millones de corazones en todo el planeta viajamos con estos valientes. Todos sabemos que en el Levante no les esperan con leche y miel, sino el mismísimo Kurtz y sus cabezas humanas empaladas en estacas. El horror, el horror.