El Gobierno de España —tanto el actual como todos los anteriores— suele recurrir a sofisticados juegos malabares para defender en la OTAN unas cuentas de la defensa diferentes de las que presenta a los españoles.

En las dos primeras décadas del siglo, cuando todos los partidos pugnaban por ofrecer a los votantes recortes en el gasto militar, los presupuestos de Defensa se maquillaban de puertas adentro eliminando arbitrariamente algunas partidas que la OTAN y el sentido común aconsejaban incluir entre las cuentas públicas del ministerio. Ese era el caso del coste de las operaciones —que cubría el Fondo de Contingencia—, de las pensiones de los militares retirados y, por increíble que pueda parecer, del pago de los grandes programas de modernización. Presumíamos de gastar menos que nadie e

See Full Page