Por Karina A. Rocha Priego

Los mexicanos católicos-guadalupanos, últimamente han sido severamente criticados, humillados, ignorados, y hoy, “intercambiados”, tal vez, pues en la política mexicana hemos llegado al punto en el que los símbolos importan más que las instituciones, donde el humo del copal sustituye al debate jurídico y donde la superstición se coloca por encima de la Constitución.

Desde el arribo de Andrés Manuel López Obrador al poder, los rituales de “purificación”, las limpias y la parafernalia mística se convirtieron en parte de la escenografía oficial, como si la corrupción, la violencia y la impunidad pudieran combatirse con humo, rezos y ceremonias, en lugar de leyes, instituciones y jueces independientes.

Lo preocupante es que esa narrativa no se detuvo en la Preside

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