La humanitaria política migratoria de la excanciller se ha revertido en Alemania, pero también en la Unión Europea, donde la palabra expulsión ya no espanta a nadie

Hace diez años la imagen de Aylan, un niño kurdo de tres años, ahogado y encontrado boca abajo en una playa turca, cambió Alemania y toda Europa. La canciller Merkel decidió entonces abrir las fronteras de su país a todos aquellos que huían, como Aylan y su familia, de la guerra civil en Siria, de Afganistán, Irak y otros lugares de Oriente Próximo donde imperaba el caos y la violencia. Hoy se puede decir que la crisis de los refugiados de finales del verano del 2015 fue el mejor regalo que podía esperar la extrema derecha europea. A partir de entonces, no sólo ha ganado seguidores y votantes, sino que está imponiendo su di

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