Los protagonistas, fieles a la lógica mediática, aprovecharon el pleito para alimentar su narrativa, Alito Moreno justificó su agresión diciendo que defendía a una senadora; Noroña, con su tono habitual, se victimizó y convirtió el golpe en símbolo político.
Esta semana, el país entero fue testigo de un episodio que retrata con crudeza lo que se ha convertido en la política mexicana, un espectáculo grotesco más cercano al circo que al ejercicio democrático.
Dos senadores se liaron a empujones y puñetazos en el pleno del Senado, lo que debería ser un recinto de debate de altura, de ideas y visiones para el país, se transformó en un ring improvisado y lo más indignante no es solo la violencia en sí, sino que este espectáculo haya capturado la atención mediática y pública por encima de los