En un país donde más de 23 millones de personas se identifican como indígenas, ver a un indígena presidiendo la Suprema Corte no es un detalle menor. Significa reconocimiento.

Este primero de septiembre se instaló la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación. Fuimos testigos de actos simbólicos, gusten o no, que acompañaron la renovación del máximo tribunal: ceremonias para “purificar” a la Corte y la entrega de “bastones de mando” a los ministros. Estas ceremonias, inéditas, representan un intento por reconocer, cuando menos en apariencia, la diversidad cultural del país y reconocer la cosmovisión indígena como parte del entramado nacional.

En México, hablar de justicia para los pueblos indígenas es enfrentarse a una paradoja. La Constitución reconoce la existencia de sus sistemas no

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