Habían pasado 3 días desde la muerte del padre de Aroldo. Él seguía de luto y ni siquiera tenía ánimos para atender los campos de maíz que su padre le había dejado en su comunidad de San Juan Atitán, en Guatemala.
Durante la cena, mientras contemplaba las llamas de la estufa de leña, sintiendo el peso de la pérdida en el pecho, se dijo que era hora de respirar aire fresco.
Volviéndose hacia su madre, que comía tranquilamente a su lado, dijo en mam, la lengua maya que se hablaba en su pueblo: “ Nan, waji chix tuj Kytanum Meẍ ” (Mamá, quiero ir a la nación de los blancos). Es decir, a Estados Unidos.
En mam, su madre le dijo que organizaría todo, pero primero debía esperar a que terminara el duelo. Un año después, con primos en California dispuestos a acogerlo, Aroldo partió (la BBC ha