Tras la liturgia veraniega de chiringuitos, cañas sin medida y barbacoas de chuleta XXL, llega esa pulsión colectiva de “empezar de cero” que los modernos han bautizado con anglicismos de gimnasio –fat to fit, detox, clean eating– como si descubrieran la pólvora. La realidad es que lo llevamos haciendo toda la vida: acabar agosto con la tripa como un tambor de feria y entrar en septiembre con la necesidad casi espiritual de darle al cuerpo un respiro. Porque el verano es generoso en recuerdos y en michelines. Sardinas en el espeto, paellas playeras, helados que se justifican como «una vez al año no hace daño», gin-tonics al atardecer... Y así, sin darnos cuenta, la vuelta a la rutina nos alcanza con el paladar y el estómago pidiéndonos limpieza después de tanto exceso estival.

Este mes es

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