Venecia.— Los exhaustivos controles de seguridad para entrar ayer a la Mostra, durante la presentación de The voice of Hind Rajab, fueron la primera señal de que había llegado el estreno más esperado del Festival de Venecia.
En las dos funciones de prensa matutinas, la sala fue un espejo del desgarro: periodistas con las manos en la cabeza, otros limpiándose las lágrimas y algunos que, incapaces de resistir esta ficción que no lo es, se levantaron para salir.
El filme de la directora tunecina Kaouther Ben Hania no muestra una sola gota de sangre ni un segundo de violencia explícita.
No hace falta. Basta con escuchar la voz real de una joven palestina aterrada, acribillada mientras un voluntario al otro lado de la línea en los servicios de emergencia intenta ayudarla, para sacudirse.
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