CDMX.- «¿Irás de luna de miel?», le preguntaron a un novio en la víspera de su boda. «De luna solamente”, respondió. “La miel ya me la chingué». De luna de miel fue cierta parejita a un pequeño pueblo que conservaba costumbres antañonas, entre ellas la del sereno, quien a lo largo de la noche hacía sonar su campana cada hora. Los recién casados acordaron, divertidos, que cada vez que se oyera la campana harían el amor. Tres campanadas resistió el novio, pero supo que la cuarta sería empresa superior a sus menguadas fuerzas. Así, después de un breve sueño salió de la habitación con pretexto de ir a tomar una copa, y en la calle habló con el sereno: «Le ofrezco 500 pesos si en vez de tocar su campana cada hora la toca cada tres horas». «Tendrá que perdonarme, señor”; contestó el hombre. “Hac
De política y cosas peores

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