Hay lugares que marcan la vida de una persona para siempre. Para mí, uno de esos lugares es Sogamoso, ciudad donde también aprendí, soñé y viví.
Cierro los ojos y me veo en mis años de colegio en el Reyes Patria, recorriendo pasillos amplios, escuchando las voces de mis compañeros —algunos también de Tibasosa— y los ecos de profesores que, más que enseñar, nos formaban como seres humanos. A la salida, las tardes tenían sabor a hogar: las onces en El Bambi con esas empanaditas que saben a cielo, eran una cita obligada. Allí se tejían amistades, risas y conversaciones que todavía guardo con cariño.
Sogamoso ha sido siempre un eje vital, no solo de caminos, sino de cultura y encuentro. Aquí se conectan municipios, familias y tradiciones; aquí también se siente la puerta del llano, con sus j