Las muy cercanas relaciones que los habitantes del Valle de Iraca han mantenido con los llanos, en especial con Casanare, pueden remontarse a milenios.

Basta imaginar las filas indias atravesando la cordillera en dirección al piedemonte en búsqueda de plantas medicinales, animales de caza y aves como los loros y papagayos con plumas de diversos colores usadas como especial decoración en sus festejos.

En sus itinerarios, como era costumbre en su particular forma de trueque, debieron de llevar obsequios para los indios como las comunidades sálibe o de los piapoco.

Los estudios de los caminos reales y la reciente tradición dan cuenta de varias alternativas de viaje, entre estas dos regiones —cito los nombres de los sitios actuales— una es la que arrancaba por Mongua hasta llegar a Labranza

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