He dado con un texto de 2017 en un blog: “La perversa madurez del low cost”. Las entradillas rezan: “El modelo del bajo coste tiene fecha de caducidad”, “El turismo democrático es más bien masivo, invasor, estresante e insustancial”. Permitan la autocita.
Esta semana, la compañía Ryanair echa un pulso a Aena, y liquida miles de sus vuelos. Actriz pionera del tal viajero democrático, la empresa del irlandés Michael O’Leary ha satisfecho a millones de usuarios, y dado mucho tráfico a la industria del turismo que se esgrime como bastión del PIB. Ryanair ha ordeñado el ansia por recibir turistas de provincias y capitales. Lo hizo en su derecho, a veces con tufo chantajista. Ha zarandeado a las aerolíneas de bandera. Ha triunfado. Ha enseñado la matrícula a muchas otras imitadoras de su modelo