Unos investigadores del Instituto Max Planck para la Antropología Evolutiva, en Leipzig, acaban de publicar un trabajo cuyas conclusiones, nada sorprendentes en realidad, van a contracorriente de muchas de las consignas que nos atosigan hoy en día. Eso, sumado a que no bebo, explican esta columna. El trabajo en cuestión es un análisis estadístico que constata una correlación positiva entre el consumo de fermentados alcohólicos y la complejidad social. Correlación no es causalidad, como es bien sabido, pero cabe esperarla en este caso, toda vez que el alcohol estimula la producción de neurotransmisores con un efecto relajante y disminuye la de aquellos que tienen una actividad excitatoria, atenuando así el autocontrol, las respuestas de alerta y los mecanismos inhibitorios, que dificultan l
In vino socialitas

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