Si quisiéramos señalar una etapa de transición en nuestro tiempo en que el ser humano (trabajador o de otro tipo) deja de ser prioritario y pasa a un segundo plano, subsidiario y prescindible en relación a las cosas y exigencias del capital y el dinero, habría que situarla entre finales de los años 70 y principios de los 80, tomando en esta última década una plena conformación ideológica y estratégica (extremista) que nos ha llevado hasta donde ahora estamos: democracia en retirada, barbarie en auge, plutocracia omnipotente, y malestar extenso.

Y junto a todo ello, y en sintonía con ello, una destrucción violenta y decidida del Derecho internacional, aceptada de forma pasiva y complaciente por los mismos países occidentales que impulsaron aquella transición deshumanizadora y reaccionaria

See Full Page