«Nunca olvidaré la valerosa y atrevida entrada en México. Fue el 8 de noviembre de 1519. Ahora, cuando escribo, tantos años después, se me presenta todo ante los ojos como si hubiera ocurrido ayer. Una muchedumbre curiosa y pasmada se agolpaba en las calles, azoteas y canoas de canales y acequias. Pero no sé quién estaba más maravillado, si nosotros al verlos, o aquellos hombres, mujeres y chicos al ver pasar la artillería, los dieciséis caballos y a hombres con barbas y atuendos tan extraños».

El 28 de febrero de 1568, Bernal Díaz del Castillo, un español nacido en Medina del Campo, que por entonces tenía 84 años, ponía el punto final a la extensísima crónica donde aparece el párrafo anterior, recuerdo de aquel momento cumbre de la gran aventura de su vida: la memorable jornada en la que

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