Puede que Barcelona sea la ciudad del mundo que más acude a terapia. Angustiada por la sensación de haber muerto de éxito, estresada por las sacudidas del conflicto político y desactivada por la pandemia, la ciudad lleva años metida en la consulta del psicoanalista. En la última década, su obsesión ha sido repensarse, reactivarse, relanzarse, renacer, repuntar, reiniciarse, recuperarse, rearmarse, reconstruirse, renovarse. No hay cura que no haya intentado.

No hay urbanista global que no haya sido invitado a dar consejos. Y no hay duda que no se haya planteado: ¿Por qué no atraemos a más inversiones? ¿Por qué no tenemos alternativas al turismo? ¿Por qué hay que viajar para ver buenas exposiciones? ¿Por qué no captamos grandes eventos? ¿Por qué somos como somos?

Desde cualquiera de las at

See Full Page