Nadie puede creer, y mucho menos aceptar, que el alza en el valor de la gasolina y el diésel no impacte en el costo de vida de los colombianos, tal como lo ha planteado el señor Presidente de la República, quien además impulsa una nueva reforma tributaria con la que pretende recaudar la nada despreciable suma de 26 billones de pesos. Desde su anuncio, la propuesta ha generado un rechazo generalizado, mientras los ciudadanos observan con preocupación las contradictorias posiciones del primer mandatario.

Resulta inadmisible afirmar que “los pobres no usan vehículos particulares” y que, por esta razón, no se verán afectados. Tal aseveración demuestra una profunda ignorancia sobre las consecuencias históricas de cualquier incremento en los combustibles. Cada vez que se autoriza un alza, suben

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