Elvira García lleva al frente de la Asociación San Vicente de Paul cuatro años, en los ha tenido muchos momentos gratificantes y otros no tanto, como cuando la falta de recursos limita la ayuda que prestan. «Ver a familias al cuello, sin poder dar a sus hijos lo que necesitan, es lo más duro», explica.
–¿Cómo está ahora mismo el programa de refugiados de Oviedo después de cerrar el verano?
–Muy contentos, porque este verano fue ya el tercero que organizamos actividades de acogida. Teníamos una necesidad muy precaria: familias que trabajan esporádicamente y cuyos hijos, cuando no están en el colegio, quedaban completamente desubicados. Así que pensamos en acompañarlos a la playa, que muchos no conocían o no sabían cómo ir. Salíamos un día a la semana y eso permitió que las familias intera