La barbarie registrada en la vereda Siloé, en Villagarzón, Putumayo, encendió las alarmas en la cúpula militar. En medio de una asonada, el subteniente Miguel Ángel Mejía Gutiérrez y el soldado profesional Sebastián Díaz Amaya fueron rociados con gasolina y quemados por delincuentes que intentaban impedir la destrucción de un laboratorio de cocaína. El hecho, ocurrido el pasado 3 de septiembre, fue calificado como uno de los ataques “más atroces, crueles e inhumanos” contra las Fuerzas en los últimos tiempos.

Ante la gravedad de lo sucedido, el comandante de las Fuerzas Militares, almirante Francisco Cubides, emitió una orden nacional a todas las tropas: revisar y actualizar rigurosamente las reglas de enfrentamiento (ROE), así como las matrices de riesgo en zonas de alta conflictividad,

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