La desvergüenza política del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no tiene límite. La pasada semana consintió (y propició) la entrevista del presidente de la Generalitat catalana, Salvador Illa, con el prófugo Carles Puigdemont en Bruselas. El encuentro, meses atrás el viaje lo hizo la vicepresidenta Yolanda Díaz, forma parte de la escenificación del apoyo de Junts a los presupestos generales del Estado para 2026; una de las tracas preparatorias para el final de legislatura que están urdiendo en el palacio de La Moncloa. Illa se ha sumado a la estrategia de Sánchez, hacer de la mentira el eje de su gestión institucional. Poco importa el que Puchi esté condenado por el Tribunal Supremo a la espera, por supuesto, de la ampliación de la amnistía completa para el huido de la justicia que la

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