No todos los días un tenista, ni siquiera uno que para los 22 años se ha probado ya tan descomunal como Carlos Alcaraz, hace lo que él hizo el domingo ante Jannik Sinner en Nueva Yor k. El de El Palmar culminó dos semanas en las que ha expuesto una versión mejorada, espectacular e impecable. Conquistó el Abierto de Estados Unidos, su segundo grande en la pista rápida y sexto de su carrera. Y retornó al número uno que lo recoloca al frente en esa rivalidad inmejorable con el tirolés que es maná para el deporte y donde no hay, al menos de momento, un tenista a la vista que vaya a hacer esto cosa de tres.

Radiante y exultante, sin perder en un momento la sonrisa, la alegría o la paciencia, Alcaraz se dedicaba el domingo a cumplir todos los compromisos que tiene un campeón. Iba de un lado

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