Hay una primera mañana del verano, hacia finales de agosto o comienzos de septiembre, en la que los parques empiezan a recobrar el tono después de meses de estrés térmico, como se dice ahora, aunque de siempre supimos que también las plantas sufren las inclemencias de la estación, incluso si están bien regadas y relativamente protegidas de la solana. Por su capacidad de crear benéficos microclimas, las burbujas vegetales de nuestros desiertos urbanos son lo más parecido a oasis en los que a ciertas horas de la mañana o de la noche es posible encontrar algo de alivio, pero no pueden obrar el milagro de que corra aire cuando respirar quema y en los árboles, como suele decirse, no se mueve ni una hoja. Esa primera mañana en la que por fin el paseante, luego de semanas de calor implacable, sie

See Full Page