Cuando Brayan León Muñiz salió de la cancha del Atanasio Girardot, al minuto 80 del clásico paisa, no solo lo aplaudieron desde las graderías por el doblete que consiguió ante su “rival preferido”. También lo hicieron en el banco de suplentes.

Reconocían su juego. Sobre todas las cosas, la inteligencia emocional que tuvo durante un partido de pulsaciones altas, en los que por lo general tenía comportamientos que lo llevaban a salir con tarjetas amarillas o expulsado, como sucedió en el clásico que se jugó el 4 de mayo.

Esta vez León, quien llegó a siete celebraciones en los últimos nueve partidos que ha jugado Medellín por Liga contra Nacional, se mostró inteligente, maduro. Cuando celebró sus goles –en el arco sur del estadio–, no provocó a los aficionados rivales, como en otros mo

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