TUXTLA GUTIÉRREZ.– La memoria de Luvia Vázquez Ibáñez se detiene en un punto de su infancia, el primer año de primaria. Hasta ahí alcanzó a llegar antes de que la pobreza la obligara a abandonar las aulas y ayudar en los gastos de su hogar. “Me hizo mucha falta la escuela”, dice con la voz suave, mientras recuerda cómo tuvo que cambiar los cuadernos por la venta de productos en la calle.

Desde niña aprendió que el trabajo era indispensable para . Caminaba con su padre de pueblo en pueblo, ofreciendo chayotes; más tarde criaba puercos y gallinas, y en otros momentos vendía de casa en casa lo que podía reunir. Con el paso de los años, encontró en la venta de tamales el oficio que marcaría su vida. Hoy, a sus 77 años, todavía prepara entre 500 y 600 piezas diarias junto a su famili

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