Begoña no tiene ninguna culpa de pertenecer a su familia, por supuesto, ni el presidente de haberse enamorado (los inescrutables designios del amor…) de la heredera de semejante legado, pero sí la tienen, y esto es irreductible, de su desdoblamiento moral.

Hoy ya no hablamos de “cambiar de opinión” ni de “cabalgar contradicciones”, hablamos de dobles vidas en el sentido más operístico de la expresión. Y pocas hay tan jugosas como la de Pedro Sánchez, que en su etapa de concejal agitaba la bandera del abolicionismo contra la prostitución mientras su pareja, pronto esposa y primera dama oficiosa, llevaba las cuentas de los clubes de alterne de su propio padre, según publican distintos medios esta semana. ¿Es una broma de ultraderecha? ¿un bulo? Ojalá.

No puedo imaginar la turbiedad psíquic

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