El verde y el azul envuelven el espacio como si fueran la piel misma del lugar. Los terrarios, dispuestos en fila como vitrinas de un museo vivo, recrean selvas húmedas, ríos oscuros y desiertos áridos en miniatura. Dentro, un ajolote asoma apenas la cabeza, una rana se camufla entre hojas brillantes y una serpiente se escurre bajo un tronco. Frente al vidrio, la ficha técnica revela nombre científico y origen; y en algunos puntos, al costado, unos audífonos narran la historia de cada especie. Todo parece armónico y cuidado, pero esa belleza esconde un trasfondo tosco: la mayoría de estos animales son sobrevivientes del tráfico ilegal y hallaron en el Vivario del Parque Explora la única oportunidad de vida posible.

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