Al hilo de los amantes de la fruta, de los devotos de las fosas, de los coleccionistas de barcos hundidos y de los que convocan congresos internacionales sobre negación de la violencia machista y cuestionamiento del feminicidio, la violencia se hace física, abandona el terreno de la palabra y se expresa en las calles. Es lo que ha ocurrido recientemente y de distintas formas en esta ciudad y en otras tantas, una violencia física, simbólica e ideológica. Gratuita en líneas generales y que sólo responde a los mensajes que previamente se lanzan al viento para que alguien, algún necio, los recoja y los lleve a la práctica. Así sucedió con los lemas escritos en carteles infames acerca de los acogidos en el chalé del Pozo de Villaquilambre hace unos meses. Así sucede reiteradamente con la violac

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