Es muy difícil sustraerse a la interpretación del conjunto de conflictos actuales o potenciales que signan la escena política global de nuestros días como otra cosa que el trabajo de parto de un nuevo nomos de la Tierra , como lo hubiese dicho Carl Schmitt . Es decir, como un nuevo ordenamiento/repartición del espacio mundial que viene a reemplazar los sucesivamente vigentes en las últimas casi cuatro centurias.
En efecto: la carta fundante del primer nomos moderno fueron los acuerdos suscritos en 1648 en Münster y Osnabrück , denominados conjuntamente “la paz de Westfalia ”. Esos acuerdos institucionalizaron al Estado soberano como señor de la guerra, negándole parejo derecho –es decir, deslegitimando– el ius ad bellum de bandos religiosos y otras corporaciones competidoras. De